Un viaje en directo pero si pagar conexión, que está muy cara

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viernes, 16 de diciembre de 2011

Big Sur

Podría haber titulado esta entrada camino a Los Angeles o Monterey, pero creo que Big Sur responde más a lo que sentí durante el viaje, porque una vez pasado (ya sabeis que escribo con el Wifi de mi casa porque mientras viajaba y al contrario de lo que pretendía, no vi el momento de hacerlo) creo que fue el lugar más bonito en el que pude estar. Pero vamos paso a paso.

Fuimos hasta la sucursal de Hertz para coger nuestro flamante Chrisler DTS para descubrir tristemente que no estaba ese modelo. Nos ofrecieron un larguísimo Grand Marquis y un gigantesco 4x4, así que pedimos el coche más pequeño que tuvieran en el que entraran las maletas. El resultado fue un Chevrolet Impala deportivo bastante chulo.

Dentro del coche por primera vez sentí pánico. Estaba en la tercera planta de un aparcamiento de una ciudad que no conocía, con un modo de circular que no conocía y a los mandos de un coche automático por segunda vez en mi vida (la primera fue unos día antes con el Golf de mi padre). No sabía donde estaba el freno de mano (resultó ser una palanca pequeñita cercana a lo que en Europa es el embrague), no sabía para que servía cada modo del sistema automático (había siete: P, R, N, D, 1, 2, 3), no encontraba el mando de la luz... Así que volví a mis años de Conductor Novel y cogí las instrucciones del coche. Al poco logré sacarlo a la carretera y entonces todo fue perfecto. Los coches automáticos son fantásticos y Estados Unidos es el paraíso de los conductores: son pacientes, cívicos, respetan los límites de velocidad (allí circulan al 110 de máxima, sí, cuando aquí por poco iniciamos una guerra cuando bajaron el límite) y siempre hay sitio para aparcar. La primera vez que me salté el semáforo en rojo para girar a la derecha (allí es legal si lo haces como si fuera un Stop) fue como una liberación, deberíamos tener esa regla en España, agiliza mucho el tráfico en las ciudades.

En fin, cogimos la autovía tras despedirnos de San Francisco e iniciamos el camino a Monterey y Carmel. La primera población es muy turística, aunque puedes tomarte una copa de vino y un cocktail de gambas a menos de dos metros de un grupo de leones marinos y un gracioso pelícano. Se supone que tiene el Acuario más grande de USA con miles de medusas, pero yo pasé, comimos algo y nos dirigimos a Carmel.

Carmel es el pueblo más pijo de Estados Unidos. Allí fue alcalde dos años Clint Eastwood (también tiene un hotel por la zona), está prohibido andar con tacones para no romper las aceras aunque nadie hace caso, y pese a que tiene poquísimos habitantes Tiffanny & Co ha abierto una joyería. Es bonito, todas las casas son preciosas y destila alegría por cada esquina, la alegría de ser hippy y millonario a la vez. Su playa es espectacular, pero sólo era el comienzo de un viaje con vistas impresionantes, nos adentramos en el Big Sur.

El Big Sur es una franja de montañas, una carretera y el mar. Durante dos hora más o menos atraviesas un lugar de ensueño, con acantilados, puentes impresionantes, cascadas que rompen directamente en la playa. Es algo que merece la pena un viaje por sí solo y donde las fotos que hice no reflejan lo que puedes llegar a sentir. Es un lugar aislado porque sólo lo atraviesa una carretera de norte a sur con ninguna conexión hacia el este a causa de las montañas. Allí se refugiaron en el pasado artistas y hoy está protegido por lo que apenas se construyen cabañas. Nosotros dormiríamos en una, Lucia Lodge, un hotel carísimo pero que valió la pena por dormir sobre un acantilado escuchando romper las olas y viendo al día siguiente un gran amanecer.

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